Cuando uno escribe sobre algo, intenta huir siempre, y a veces se consigue, de los sitios comunes, de los típicos tópicos que llenan muchos blogs temáticos sobre las más diversas tendencias y temas. Sobre todo, cuando lo que quiero contar es algo experencial ya que uno no es crítico especialista, sólo lo soy de mí mismo. Hoy os quiero transmitir una fantástica cena familiar en Can Domingo. Una cena de celebración que supuso un descubrimiento sobre las posibilidades de una cocina tan influyente, como simplificada: la italiana. Una gastronomía tradicional que ofrece mucho más que pizzas o platos de pasta. Creo recordar que mi primer encuentro con la comida italiana, hará 40 años, fue en un restaurante “Paolo”, quizás de los primeros que abrió en Madrid y que se encontraba en la calle Julián Romea. Local que sigue abierto pero que ha evolucionado a una cocina mediterránea abandonando las referencias transalpinas. Un restorán, que mostraba vida culinaria más allá de los espaguetis, de las pizzas, o de los macarrones. Con seis años me parecía fantástico un “antipasto al carro” que ofrecían lleno de nuevos sabores como los embutidos italianos, los encurtidos, las verduras asadas, acompañados por panes variados, grisinis o focaccias, y el protagonismo de un buen aceite de oliva virgen extra sobre la mesa. Pues bien, Can Domingo significó una experiencia gastronómica de excelente gran calidad, con un fantástico servicio y en un entorno mediterráneo y campestre, que me retrotrajeron a momentos felices de la infancia gracias a los sabores que se guardan en la memoria experiencial. Los tres socios: Andrea Sanarica, Alesandro Barni Spadacini y el chef Giusepe Vivacqua, han creado un espacio dónde lo importante es el disfrute de los sentidos. Una carta basada en la tradición pero actualizada, dando importancia real al producto que se consume. Apostando por ingredientes básicos de proximidad y cultivados en su propio huerto. Si tuviéramos que hacer un símil podríamos decir que suena afinada como las grandes orquestas. Cocina y puesta en escena, elegante, clara, sin sobresaltos. No hay nada que esconder porque todo está cuidado al detalle. Este restorán ofrece varias posibilidades a la hora de degustar su cocina y de acercarse a la cocina italiana. Por un lado, puedes probar alguno de sus cuatro menús degustación temáticos: el dedicado a la exquisita Trufa negra de Norcia, el Gourmet, el de la Tierra, y el del Mar, con precios que van desde los 85 euros a los 45 sin incluir bebidas.
En estas propuestas cerradas puedes probar delicias como los Tallarines de yema de huevo, ragú de trufa y cordero y trufa negra fresca; Solomillo de ternera a la trufa negra fresca; Tortelli de queso Burrata, crema de berenjenas y pesto de tomates secos; Carrillera de ternera al vino tinto con puré de patatas; Risotto de tomates asados y mero, entre otras propuestas. Disponen de una carta Vegana con platos como la Caponatina de berenjena, calabacín, pimiento rojo, apio, tomate, piñones y alcaparras con quinoa y pesto de albahaca; Risotto de arroz semi integral “Rosa Marchetti” con azafran y “ossobuco” de patatas; o, Gnocchi de calabaza con ricotta ahumada de Friuli y semilla de amapola, entre otros. Pero también puedes cenar a la carta y fue lo que nosotros hicimos. Pedimos unos primeros para compartir: Pulpo a la parrilla con sobrich de patatas y aceitunas de Taggia; Crudo de sirvia marinado y frutas tropicales; Espárragos, fondue de queso Raschera DOP, huevo payes escalfado. Los segundos variaron entre un Risotto de espárragos y queso Formagella Abate; Ravioli rellenos de carrillera de ternera al vino tinto, polvo de chocolate extra amargo; Maccheroncini al ferro caseros con tomate, albahaca y queso cacioricotta; y Pasta con le sarde “Can Domingo”. De postre pedimos, Semifreddo de miel eivissenco, sopita templada de albaricoques e higos secos en vino passito, nata montada de la Granja de Santa Gertrudis; Coulant de chocolate Tanzania, crema de leche, caramelo salado y helado fiordilatte; una selección de quesos Piamonteses importados en exclusiva a Ibiza para ellos entre los que probamos el Toma Piemontese (100% leche de vaca), el Montebore (75% leche de vaca, 25% oveja), Brà nel fieno (100% leche de vaca), Castelmagno d’alpeggio (80% vaca, 20% oveja), o el Lou Blau (100% leche de vaca y cuajo vegetal), entre otros. Buena carta de vinos con referencias italianas, francesas y españolas, y como no podía ser de otra manera un fantástico café. No quiero, ni puedo olvidar por la elección que han hecho los propietarios del restaurante en el aceite: solo consumen el magnífico aceite de Oliva Virgen Extra ibicenco de Joan Benet. Almazara próxima en Benimussa. Pero Can Domingo va mucho más allá de un restaurante. El espacio abierto al campo de Sant Josep, dónde se han aprovechado los bancales circundantes a la construcción, dotando de mayor espacio al restorán. Una decoración y una iluminación cuidada, jugando entre lo hippster, la Toscana y el Piamonte. En una de las terrazas cuentan con una mesa que rodea el tronco de una hermosa higuera. Puro campo Mediterráneo.
Los sábados por la noche desde finales de junio hasta finales de septiembre, una banda de jazz se instala en el espacio del jardín romántico a partir de las nueve y media dejando que sus blues, los ritmos y fraseos de un jazz suave flote entre los olivos, el romero, la frígola y las mesas.