Tengo reconocer que mi debilidad son los restaurantes, hoteles, bares, tiendas que perviven a lo largo de los años sin hacer ruido. Su mejor tarjeta de presentación es su calidad y su mejor publicidad es el boca a oído continuo. En el caso del restaurante Can Berri Vell, de Sant Agustí, son 30 años de un camino ascendente en el que han sabido lograrse un puesto privilegiado entre los mejores restaurantes de Ibiza haciendo lo que tienen que hacer, es decir, ofreciendo una gastronomía cuidada y de gran calidad, ofreciendo un servicio exquisito y más aún si lo comparamos con lo que se lleva en Ibiza, y tratando a cada uno de sus clientes como si fueran exclusivos y únicos.
Por cierto, nada de zonas V.I.P.S, nada de música, ni de D.J.´s. Un oasis gastronómico en la noche ibicenca con un decorado maravilloso con la iglesia de Sant Agustí de fondo.
Tengo que reconocer que ésta es la Ibiza que me gusta. La Ibiza auténtica y de calidad; la del trato humano cordial; la del detalle cuidado; la de la perfección en el servicio; y, un producto final excepcional. Pero sin alharacas, ni extranjerismos horteras con los que llenar la boca, ni sensaciones de estafa. Vamos, nada que ver con lo que nos ha tocado sufrir y aguantar este verano.

Pues bien. El pasado fin de semana hice mi visita a Can Berri Vell invitado por la propiedad: Es lo que tiene participar en un sorteo pensando que no te va a tocar y al final eres el elegido. Quiero señalar que, de las veces que he ido a este restaurante, la única vez que he ido de “gorra” ha sido esta. Y si comento en este post la fantástica cena que pude disfrutar fue porque realmente fue así, si no, me habría callado.

Empezamos con el desarrollo de la degustación gastronómica.Tengo que decir que la selección de los platos que probamos fue elección de la casa, eso sí, con una petición mía: los raviolis de morcilla que me parecen buenísimos. Es de esos platos que guardo en mi memoria sensorial gustativa: vamos que babeo solo en pensar en ellos.

Pues además de los fantásticos raviolis, nos pusieron un carpaccio de ternera con vinagreta de mandarina y virutas de queso mahonés y parmesano, que me pareció exquisito. Nunca había probado la vinagreta de mandarina como aliño del carpaccio y es un acierto. Aún siendo un cítrico, es menos amarga que el limón y le pone un toque dulzón a la carne que reinterpreta de maravilla esta receta de la cocina italiana.

Los segundos que nos ofrecieron fueron el magret de pato con salsa Pedro Ximénez, polenta de queso de oveja y salteado de melocotón y manzanas flambeadas. Que estaba para que el chef, Bruno Hernández, hubiera salido a saludar y hubiera dado dos vueltas al ruedo: soberbio.
Y el lomo de atún rojo con crujiente de maíz, salsa de soja y vino de Valderreyes que estaba delicioso, sin más adjetivos posibles.

Los postres que nos pusieron fue una selección de Sorbetes: mandarina y frambuesa; tarta de queso; brownie; mousse de chocolate negro y blanco; y una reinterpretación de torrija. Todos buenísimos y según los ibas probando, no sabías con cual quedarte. Así que nos los tomamos todos, pero sin ningún esfuerzo, os lo puedo asegurar.

El líquido conductor con el que disfrutamos esta maravillosa cena fue un Ribera del Duero del 2011, con un nombre evocador y que estaba estupendo: Sentido.

Una cena fantástica, gracias a José Marí Tur y a Vicente Tur. Una velada maravillosa, disfrutando de un restaurante que, por méritos propios, se ha convertido en un referente gastronómico ibicenco. Su carta, la elaboración de los platos, la selección de los vinos, su servicio, el trato que dispensa a sus clientes, se ha convertido, todo ello, en su mejor carta de presentación.
Felicidades a Can BerriVell, que podamos seguir disfrutando, y enhorabuena a la gastronomía ibicenca por poder contar, desde hace ya 30 años, con un restaurante como éste.

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